Cuando mantienes la mirada fija en los ojos de otra persona, dispuesto a decirle toda la verdad, realmente no quieres mirar sus ojos, pero hay que resistir.
Algunas lágrimas se esbozan en ambos rostros, te gustaría poder sonreír y mentir y así evitar el momento, pero la verdad no es imposible de encajar, simplemente es más dolorosa.
Al admitir eso, hay que aprender a dar el segundo paso, en el cual lo dices, expones tus pensamientos, la situación es insegura, el miedo al dolor te posee, pero te mantienes firme, porque tiene que decir tú verdad, ¿miedo a quedarte solo? Es un temor que todos tenemos, pero mientras quede una sola persona que nos crea y confíe en nosotros, tendremos el valor.
Ese valor que te hace dejar atrás las mentiras, el sufrimiento...
Por eso estás ahí, delante de esa persona, sincerándote, arriesgando lo poco que te queda, intentando cambiar.
Sintiendo el peso de las palabras, observando cada expresión, respirando sin un control determinado, con un nudo en la garganta.
Esperas la reacción, tu corazón se siente aliviado pero esa carga la lleva ahora la otra persona.
Te disculpas, por ser egoísta, por no poder mentir, por decir la verdad.
Es un camino difícil, todo el que escoja ser sincero consigo mismo, pagará un precio.
Cada uno debemos decidir cuando es el momento y entonces tendremos que arriesgar uno de los caminos de la vida, al final acaba siendo una decisión, solo que más sincera.
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Hace 1 mes