Latidos, uno tras otro.
Es lo único que consigo escuchar, no estoy asustada por esos sonidos que salen de mi corazón.
Realmente, lo que me asusta, es que no sujetes mi mano.
Miedo a seguir el camino sola, a no sentirte nunca más, a no escuchar tu voz mientras me dices que me quieres.
Nervios, latidos... Dices mi nombre.
Alzo la mirada, y ahí está. Tú sonrisa.
Calma, el corazón vuelve a su ritmo normal.
Esto no es bueno, he de confesar que mis ojos buscan desesperadamente un atisbo de luz en tu mirada, te quiero.
Aunque mis sentimientos se vuelven locos en muchas ocasiones, consigo controlarme, no sé si esto será para siempre, no te puedo prometer la eternidad, te puedo prometer que protegeré este sentimiento todo lo que pueda. Te puedo decir desde el fondo de mi corazón que te quiero, puedo decirte tantas cosas, que en ocasiones he pensado que me faltaría tiempo.
Pensar, pensar pensar, no quiero seguir pensando en las palabras, en este instante, lo que quiero es besarte y que me mires con tus ojos y me sonrías.