Todos estos viajes han despertado en mi un nuevo mundo. Hoy voy por un bosque, está muy verde y sopla un refrescante viento.
Escuché que por estos lugares se aparece un espíritu de la naturaleza. Atrae a los viajeros con una dulce música de violín mientras baila con tal destreza que parece que flota en el aire.
La mayoría de las veces no encuentro realidad en mis viajes, solo fantasía. A veces son ciertos esos relatos, otras a medias y algunas simples inventos.
Sobre esta joven cautivadora de corazones se dice que se encuentra cerca de un lago. Sus cabellos son rojos, como el sol en su amanecer, su piel blanca, al igual que las nubes y sus ojos se dividen en dos colores, uno es azul, representante del cielo y el otro verde, perteneciente a la hierba y lo vegetal. Por último, los labios rosados, como una flor.
Estaba atardeciendo, busqué un lugar donde acampar. Mientras buscaba encontré lo que podía ser el lago del que hablaba la historia. Pero, no había nadie.
Supongo que era lógico.
Acampé cerca de allí. Por la posición de la luna, debería ser casi media noche y al instante comencé a escuchar una melodía... era de violín.
Fui con prisa pero cauto, entonces al llegar allí, la vi. La descripción que se hacía de ella no le hacía justicia, era el ser más bello que había contemplado jamás.
Se percató de mi presencia, siguió tocando, pero no apartaba su mirada de mi. Su sonrisa era dulce, su baile, ligero.
Mi corazón estaba siendo hechizado por su música, su belleza, su mirada... por todo lo que ella era y tenía.
¿Magia? ¿Amor? ¿Locura?
No. Nada de eso era lo que me estaba pasando.
Parece que la sonrisa más dulce puede matarte poco a poco.
Cuando amaneció, me encontré tirado cerca de la orilla de aquel lago. Al volver a la aldea que había cerca, aquella melodía no salía de mi cabeza, resonaba en mi mente, en mi corazón... Provocaba inquietud en mi alma.
Cuando dije que la sonrisa más dulce puede matarte, no fue porque ella me hubiese matado. Era evidente que estaba vivo.
Pero el precio por escuchar su música y que mis ojos la hubieran contemplado, era el de vivir sin ellos el resto de mi vida.
Así que, de alguna manera, me estaba muriendo.
Ana.
Parece que la sonrisa más dulce puede matarte poco a poco.
Cuando amaneció, me encontré tirado cerca de la orilla de aquel lago. Al volver a la aldea que había cerca, aquella melodía no salía de mi cabeza, resonaba en mi mente, en mi corazón... Provocaba inquietud en mi alma.
Cuando dije que la sonrisa más dulce puede matarte, no fue porque ella me hubiese matado. Era evidente que estaba vivo.
Pero el precio por escuchar su música y que mis ojos la hubieran contemplado, era el de vivir sin ellos el resto de mi vida.
Así que, de alguna manera, me estaba muriendo.
Ana.
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